Lectura
Los desórdenes del comportamiento alimentario
Todo ser vivo, para mantenerse como tal, precisa alimentarse. No caben dudas: sin comer, sin comer en cantidad suficiente, sin comer con una mínima variedad alimentaria, no
es posible la vida, por lo menos no lo es en esa deseable plenitud que denominamos salud. Pero la comida no es sólo nutrición. Comer es un acto que se realiza miles de veces
a lo largo de la vida. Por lo tanto, la comida y los alimentos se asocian a múltiples circunstancias que muchas veces tienen un significado emocional para el que come. Por
ejemplo, el bebé experimenta al comer la desaparición de la desagradable sensación del hambre; cuando el bebé come no sólo se está alimentando, también se está vinculando con su
madre. Así la comida empieza a asociarse con situaciones gratificantes. Por otra parte, el plato más exquisito puede ser rechazado si la situación que lo acompaña es tensa o
conflictiva para el que come.
Así como el acto de comer tiene otros significados aparte del nutricional, lo mismo puede suceder con el no comer. En las sociedades preindustriales, cuando hombres y mujeres
debían adaptarse a la alternancia de períodos de opulencia y hambruna, ya se practicaban ayunos como ritos o penitencias, intentando copiar el ritmo de la naturaleza. El ayuno
también tiene significados religiosos: para el cristianismo, el ayuno es símbolo de pureza de corazón, especialmente en ciertas épocas del año, como la Pascua; los judíos tienen
prohibido comer carne de cerdo y los hindúes, comer carne de vaca.
Sin embargo, la sociedad occidental actual (el “primer mundo”) es una sociedad “opulenta”, que ha dejado de padecer hambre y en la que las costumbres cambian a gran velocidad, de
manera que los ayunos impuestos por la religión en épocas pasadas han sido relegados. Es precisamente en esta sociedad donde han aparecido, hace unos veinte años, los llamados
“trastornos del comportamiento alimentario”, relacionados con ayunos y abstinencias. Entre dichos trastornos, verdaderas enfermedades, se encuentran la anorexia y la bulimia, pero
también conductas que sin reunir todas las características de aquéllas, se le acercan en algunos aspectos. En nuestra sociedad, la restricción alimentaria está ligada a la
estética corporal y a la aceptación social conseguida gracias a la misma. Y se trata de una belleza corporal basada en la delgadez, especialmente la femenina. En este culto a la
delgadez, nos guste o no, participamos todos de algún modo.
Un grupo especialmente vulnerable a estas presiones sociales son las mujeres jóvenes y las adolescentes. Los datos epidemiológicos dicen que, en el momento actual y en el
mundo occidental, sufre de anorexia nerviosa del 0,2 al 0,8% de la población general y entre el 1 y 2% de las muchachas adolescentes. La proporción entre varones y mujeres es,
aproximadamente, de 1 a 10. Con respecto a la bulimia, se estima que afecta al 2-3% de la población femenina adolescente y juvenil. La proporción entre sexos es similar a la
de la anorexia.
Hay quienes han tratado de explicar esta mayor vulnerabilidad de la mujer con respecto al varón a partir de sus diferencias biológicas. Pero si bien es cierto que la composición
del cuerpo femenino tiene una proporción de masa grasa mayor que el cuerpo masculino genéticamente determinada, precisamente por esto es que debería aceptarse más naturalmente que
no fuese tan delgada. De manera que estos argumentos basados en lo biológico no tienen fundamentación suficiente.
Por otra parte, el papel y la función de la mujer en la sociedad occidental han evolucionado rápidamente en las últimas décadas: la mujer trabaja cada vez más fuera de su casa, y
no sólo por necesidades económicas, sino por alcanzar una “realización personal”; también se produjo un marcado incremento en su formación profesional. Sin embargo, el papel
“antiguo” debe convivir con el contemporáneo. El cuerpo femenino sigue siendo su elemento básico de atractivo interpersonal y de valoración social, incluso de aceptación en el
mundo laboral. Nuestra cultura ha ido ideando un ideal de mujer, una “súpermujer”, muy difícil de alcanzar.
Al mandato cultural se suman además las presiones ejercidas por la sociedad de consumo, por ejemplo las que provienen de la industria de la moda y los productos adelgazantes.
Resulta contradictorio que una sociedad que propicia un culto a la apariencia corporal, fomente conductas que terminan castigando al cuerpo.
Si bien los trastornos de la conducta alimentaria son multicausales, ya que en su origen deben tenerse en cuenta factores de personalidad, historia personal y otros, observando
sus cambios a lo largo de la geografía e historia, se puede afirmar que los factores socioculturales son primordiales en la aparición de estas patologías.
Adaptado de “El cuerpo como delito” de Josep Toro
Guía de análisis
- ¿Con qué aspectos, aparte del nutricional, vincula el autor los actos de “comer” y “no comer”?
- ¿A qué tipo de factores les atribuye preponderancia el autor en el origen de los trastornos alimentarios? Citen algunos de los argumentos en que el autor basa su postura.
- ¿Se identifican con la opinión del autor, total o parcialmente? Expresen su opinión al respecto.
- ¿Qué ventajas creen que puede aportar la visión de la enfermedad como un hecho multicausal, que tome en cuenta otros factores más allá de los individuales?
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